martes, 27 de abril de 2010

Capítulo tres.


Todo empezó cuando Julie tubo que pasar unos días en el hospital por una posible apendicitis. Como Paulette y Manuel tenían que trabajar en el puerto, Paolo y yo nos pasamos todos los días juntos. Él me contaba sus cosas y yo le contaba las mías. Me encontraba muy agusto con él, para mí era especial. El veinticuatro de abril estubimos en la taberna hasta que cerrarón, sobre las doce de la noche. Ibamos borrachos ya que nos tomamos dos botellas de vino entre los dos. Decidimos bajar a la orilla del mar a sentarnos y a escuchar con atención como las olas rompian bruscamente con las rocas.
Después de un largo rato hablando, nos metímos en el agua. Yo me los estaba pasando como nunca me lo había pasado antes. Volvímos a la orilla. Cogímos nuestras pertenencias y nos metímos en una vieja cabaña de madera abandonada. Yo tenía una sonrisa tonta en mi rostro, como cuando eres pequeño y le quitas a tu madre una golosina del cajón de la cocina y ella dice desde detrás de la puerta: - ¡Te estoy viendo!
Él estaba muy gracioso llendo de puntillas por sí nos veía alguien. Nos miramos y nos sonreímos. Me tumbo en una especie de cama y se puso encima mía. Me empezó a besar dulcemente el cuello. Yo cada vez me perdía más y más y más...
Parecía como si yo hubiese estado esperando ese momento desde hace tiempo. Me quitó la camiseta, todo esto no tenía sentido pero me gustaba. Poco a poco nos fuímos desnudando.
Él entró en mí, le sentía tan cerca...No parabamos de besarnos locamente.

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