domingo, 6 de junio de 2010

Capítulo seis.


Y de pronto me despertó un ruidoso ladrido de Holly. Ella nunca ladra, solo cuando hay tormenta. No la gustan, para ella son desagradables. Sin embargo a mi si me enorgullecen, esos colores oscuros y esos molestos ruidos son perfectos para pensar. Noche fría. Me destapé, moví mi pie derecho hasta destaparme. Como tía Carla estaba dormida, pensé que no estaría mal darme un paseo. Cogí mi abrigo gris, el que más abriga de todos, mi paquete de Marlboro y mi cuaderno de recuerdos, lo metí todo en mi mochila, la que me trajo Paulette en su viaje al Colorado y me marché sin hacer ruido. Una noche verdaderamente bonita. Caminé y caminé hasta que me quedé mirando una luz. Me llamaba la atención. Era el faro. Hacía mucho tiempo que no iba allí. Tomé prestada la barca de Brunno, el cartero y tomé rumbo al faro. El mar estaba calmado. Suaves olas chocaban delicadamente contra la barca. Me recordó a mi imaginario viaje a La India.

"Me gustaría ser feliz contigo...
Viajar a Calcuta, La India, y comernos a besos entra las hojas verdes de los grandes arboles de las selvas. Quererte y que me quieras como no lo hemos hecho nunca. Llorar de felicidad, bailar hasta que el cuerpo aguante, beber hasta perder el control, dejar la marca de mis labios rojos en tu cigarro como simbolo de amor, descalzarme en el sofa y hacer el amor juntos hasta la madrugada, ver el amanecer a tu lado y que me dijeses tantas cosas bonitas que me pusiese colorada de la verguenza. Me gustaría..."

Lindas emociones se me pasaban por la cabeza. Ya veía el faro. Me bajé de la barca, la moví con cuidado y la amarré a un poste. Se me mojaron los pies, el agua estaba helada.
Subí hasta arriba del todo. Aún estaban allí mis zapatos de charol. Me senté, me encendí un cigarro y volví a abrir el cuaderno.

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